martes, 10 de mayo de 2011

Día 5: La báscula

He pasado años sin subirme a una báscula. Años no, lustros. Lustros no, décadas. La báscula era un artilugio innecesario. Qué más daba cuánto pesara. Qué mas daba si eran ochenta u ochenta y cinco. Los datos son importantes si uno está dispuestos a utlizarlos de alguna manera pero, si no es ese el caso, la información no sirve de nada. Yo no estaba dispuesto a dejarme influir por la información que la báscula pudiera darme así que las básculas eran objetos perfectamente prescindibles. Ahora llevo tres días pesándome. Con hoy ya son cuatro. Me peso cada mañana antes de ducharme y espero buenas noticias. Mi báscula se ha convertido en un objeto capaz de proporcionar felicidad. Hoy no ha sido el caso, solo he perdido ciento cincuenta gramos. Todos mis cálculos de ayer echados por tierra. Si cada día adelgazara ciento cincuenta gramos necesitaría una semana para adelgazar un kilo. ¿Cuántas semanas de régimen estaría dispuesto a soportar si esa fuera la recompensa? No lo sé. Quizás no muchas. Puede que esta sea una batalla larga.

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